¡Te puedo ver!

Si quisiéramos contar la historia de Georg Klaus Seidel, quien nació el 7 de octubre de 1960, tendríamos que ir lejos. Debido a su vida turbulenta, que es tan colorida y diversa como él mismo, las anécdotas llenarían fácilmente un libro.

Así que aquí hay una versión corta de lo que hizo en su vida y cómo llegó a la isla: como niño, Georg, cuyo padre Georg Werner Seidel era óptico con una gran cadena de tiendas, pasó unos años en la corte real de Tailandia. Más tarde fue a la escuela en Waiblingen, Alemania, y aunque nunca había planeado seguir los pasos de su padre, se formó como óptico. Porque deseaba hacer que la vida de muchas personas “valiera la pena” de nuevo.

Después de completar su educación, pasó un año en Japón, donde aprendió la estricta enseñanza del servicio y el respeto. Gracias a su amor por el agua y su talento, se convirtió en el Vice Campeón Europeo en windsurf y trabajó en? medios publicitarios para marcas de fama mundial como Mistral, Windglider o F2.

George o Georgie, como lo llaman sus clientes y amigos, estaba en su casa en todo el mundo, trabajaba como animador, instructor de surf y buceo, concesionario de automóviles y cuidador, experimentando altibajos. Cuando su padre quiso retirarse, George regresó al trabajo de óptico y ayudó al negocio. Infeliz en Alemania, leyó un anuncio en 1996: “Tienda de óptica en venta en las Islas Baleares”. Viajó a Ibiza, pasó los primeros días en el mar y compró la pequeña tienda en el paseo marítimo de Santa Eulària.

¡Optica La Mar nació! A partir de ahora, George se hizo un nombre por su trabajo concienzudo, su sentimiento por la moda y las tendencias más allá de la isla. Clientes de todo el mundo, como el Príncipe de Arabia Saudita Abdul o el ex jefe de Ferrari, Bernie Ecclestone, “le confiaron sus ojos”. Pero no solo las celebridades van y vienen en su tienda: sus clientes incluyen residentes extranjeros, Ibicencos y turistas.

Su mayor motivación es su agradecimiento y alegría al ayudar a ver las mejores cosas de la vida nuevamente. Con casi 60 años, George todavía permanece en la tienda todos los días, por lo que los clientes siguen siendo leales a él. Porque aman a George, “su colorido perro loco”, con su experiencia en óptica y la apariencia perfecta para anteojos y rostros.

Su pasión: ayudar a las personas a volver a ver los colores de la vida, y comprender las gafas no solo como una ayuda visual, sino también como una joya y un accesorio de estilo de vida genial. Lo más importante para él es que a sus clientes les gusta volver. Porque entonces hizo todo bien.